Una obra con el sello de Juan José Campanella, bien argentina y que lleva su marca desde el primer instante, con dos condimentos principales: la risa y la ternura.
Luis (Eduardo Blanco) y Miranda (Fernanda Metilli) se conocen en la sala de espera de un odontólogo. Ella está cerca de los cuarenta, con la energía a mil, adicta a las citas de aplicaciones de las que recibe una desilusión detrás de la otra. Él, en cambio, está de vuelta de casi todo, y sus 60 años lo encuentran viudo hace muy poco tiempo y jubilado de su exitosa profesión de médico cardiólogo.
Con ese panorama , parecería no haber ninguna coincidencia entre estos dos seres. Sin embargo, y gracias a un crucigrama de viejas revistas de este consultorio, comienzan a entablar un diálogo, llevado casi en su totalidad por Miranda, que los encuentra fuera de ese ámbito para descubrirse.
Hay algo en la historia de nuestro patrimonio cultural, italiano, español y judío, que arrastra algunas creencias , como la crítica a la diferencia de edad en las parejas, y que por suerte, se han ido modificando a través de los años.
Eduardo Blanco trabajó desde siempre con Campanella, se conocen desde hace más de 40 años y cumple un rol fantástico en este papel de galán mayor, un tanto inseguro en un principio, pero que con el transcurso de la obra va ganando fuerza y seguridad. Es excelente el trabajo de Fer Metilli, que si bien viene de otro tipo de teatro que tienen que ver más con el humor, aquí logra un tono exquisito, desde provocar la risa del público y también mucha ternura a través de su personaje.
Cabe destacar la destacada labor de Gastón Cocchiarale que hace dos personajes al mismo tiempo en dos ámbitos diferentes. Por un lado, es Gastón, el hijo de Luis, un ser sumamente egoísta y manipulador, y por otro lado, el de Martín, el ex esposo de Miranda, que la lleva a lugares muy oscuros con tal de retenerla y separarla de su nueva pareja.
Miranda es una mujer dulce y frágil, pero a la vez sabe lo que no quiere de la vida y la va llevando con una especie de impunidad, y con su humor, un tanto sarcástico, y tiene sobre todo, muchas ganas de volver a enamorarse.
Una segunda oportunidad es siempre bienvenida, porque la vida es movimiento y porque permanentemente suceden cosas. Y cuando el amor te interpela, hay que darle la posibilidad que entre, con todo lo bueno y malo que puede suceder.
EMPIEZA CON D, SIETE LETRAS
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