Muchas veces se sienten cosas, pero no podemos expresarlas y las escondés de manera tal que pensás: “Yo no puedo sentir esto, es muy malo, y lo guardamos dentro”
Cuando una emoción tiene mucha energía, en algún momento sale, con la agresión pasiva, los comentarios; o por el cuerpo y es allí donde nos enfermamos.
En el budismo el trabajo con las emociones se puede agrupar en cuatro categorías:
- Con la meditación aprendemos a observar las emociones sin involucrarnos y requiere mucho esfuerzo, porque muchas de ellas son perturbadoras, tienen su manera de engancharnos en sus cuentos, en su justa indignación, en sus batallas.
- Otro método donde tenemos mucho espacio para movernos son las interpretaciones. Diferentes factores están actuando en eventos, entre ellos, los pensamientos; ciertas ideas que tenemos, alguna interpretación de una persona que nos vamos contando.
- Tercer método: ya no trabajamos con la emoción perturbadora sino que fortalecemos lo opuesto, lo positivo, y cuando tenemos fortaleza emocional no somos tan vulnerables y aprendemos a poblar nuestro espacio emocional con aspectos positivos. Y cuando más estabilizados estamos, menos tenemos que acudir a las emociones que no son saludables; y en esta área, todo lo que hacemos, como la compasión, forma parte de un programa integral de salud emocional.
Por ejemplo la envidia. Conscientemente nos entrenamos en regocijarnos en los logros de otras personas. Hay que fomentar una actitud en la que sintamos orgullo de decir “Qué bien que esta persona esté teniendo tal o cual cosa”; en lugar de comparar cuánto tiene la otra persona.
- El cuarto juego de métodos que se aplica en el budismo es lo que está más conectado con la filosofía y es donde se intenta cultivar la sabiduría que reconoce la verdadera realidad de las cosas y de nuestra propia naturaleza.
Tenemos la actitud dualista de verme como YO y los OTROS. Y debemos adoptar la sabiduría que suavizar y desarmar esa creencia para que ya no existan un YO y un OTRO.